lunes, 21 de octubre de 2013

LIBROS QUE HE LEIDO: UN PUENTE SOBRE EL DRINA (Ivo Andric)



EL AUTOR

Ivo Andrić (Dolac, municipio de Travnik Bosnia, 9 de octubre de 1892 - Belgrado, 13 de marzo de 1975) fue un escritor yugoslavo que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1961 "por la fuerza épica con la que ha reflejado temas y descrito destinos humanos de la historia de su país".

Ivo Andrić nació el 9 de octubre de 1892 en Dolac na Lašvi, cerca de Travnik, en Bosnia-Herzegovina, entonces parte del Imperio otomano. Sus padres, Antun Andrić y Katarina Andrić (de soltera Pejic), eran católicos y residían en Sarajevo: el nacimiento de su hijo tuvo lugar en Dolac porque se encontraban visitando a unos parientes. Andrić fue bautizado con el nombre de Iván, con cuyo diminutivo, Ivo, sería conocido. Su padre murió cuando el futuro autor tenía sólo dos años: como su madre carecía de recursos para mantenerlo, fue educado por su familia materna en Višegrad, a orillas del río Drina, lugar en que se encuentra el famoso puente otomano Mehmed Pasa Sokolovic que luego daría título a una de sus más conocidas novelas, Un puente sobre el Drina.



Realizó sus estudios secundarios en Sarajevo. Empezó a escribir poesía durante su época de estudiante de secundaria: su primer poema, "U sumrak" ("En el crepúsculo") apareció en 1911 en la revista Bosanska vila. También desde esta época, Andrić, defensor de la independencia de Yugoslavia, se hizo miembro del movimiento nacionalista progresista “Mlada Bosna” ("Joven Bosnia"). Estudió en las universidades de Zagreb, Viena y Cracovia.

Durante la Primera Guerra Mundial fue detenido por las autoridades austríacas debido a sus actividades políticas revolucionarias, primero en Šibenik, y luego en Maribor, donde permaneció hasta marzo de 1915. Tras su liberación, fue confinado en Ovčarevo y Zenica. Permaneció allí hasta el verano de 1917, cuando debió ser ingresado en el Hospital de las Hermanas de la Caridad de Zagreb a causa de una enfermedad pulmonar. Al proclamarse una amnistía general, participó activamente en la preparación de la revista Književni jug ("Sur Literario") y publicó su libro de poemas en prosa Ex-ponto, donde describe la vida como una gran cárcel dominada por el miedo, el sufrimiento y la soledad.

Tras la creación en 1918 del Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, Andrić se convirtió en funcionario público. En 1919 empezó a trabajar en el Ministerio de la Religión en Belgrado, participando activamente en la vida literaria de la ciudad, reuniéndose con escritores como Crnjanski, Vinaver, Pandurovic y Sibe Miličić en la cafetería Moskva. En 1920 inició una exitosa carrera diplomática. Fue enviado sucesivamente a las legaciones diplomáticas yugoslavas en el Vaticano (1921), Bucarest (1921), Trieste (1922) y Graz (1923). No por ello descuidó la literatura: en 1920 vieron la luz un nuevo libro de poemas en prosa, titulado Nemiri ("Problemas") y un relato, Put Alije Djerzeleza ("El viaje de Alí Djerzelez"). En 1922 publicó en revistas otros relatos breves, entre ellos "Za logorovanja" ("En el campamento") y "Zena od slonove Kosti" ( "La mujer de marfil").

Durante su misión diplomática en Graz, completó sus estudios universitarios, que no había llegado a concluir a causa de la guerra, y en junio de 1924 se doctoró en Filosofía con una tesis sobre "El desarrollo de la vida espiritual en Bosnia bajo la influencia del gobierno otomano". A continuación fue destinado a Belgrado, y ese mismo año apareció su primer volumen de cuentos.

En 1926 ingresó en la Academia Serbia de Ciencias y Artes, por recomendación de Bogdan Popović y Slobodan Jovanović. Sus siguientes destinos diplomáticos fueron Marsella (en 1926), París, Madrid (en 1928) y Ginebra (en 1930).

Andrić entró en el servicio diplomático yugoslavo, donde ocupó diversos puestos, incluido el de embajador en Alemania. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, en 1941, presentó su dimisión y regresó a Belgrado definitivamente.

Durante la Segunda Guerra Mundial escribió tres novelas: La crónica de Travnik, La joven dama y Un puente sobre el Drina, en las que narra la vida, costumbres y hazañas de su Bosnia natal y de sus habitantes. En ellas, Andrić describe la historia de Bosnia desde su conquista por los turcos, en 1389, hasta la creación del Estado yugoslavo, después de 1919.

Aunque vivió en Roma, Bucarest, Madrid, Ginebra y Berlín, fue su provincia natal, Bosnia, con su historia, su folclore y su variedad étnica, cultural y religiosa, la que le proporcionó los temas que se encuentran en sus obras. Sin embargo, se consideraba a sí mismo un escritor yugoslavo. Se retrajo de toda actividad pública en la parte final de su vida. Murió el 13 de marzo de 1975 en Belgrado, entonces capital de la República Federal Socialista de Yugoslavia (hoy capital de la República de Serbia).

Cuando le fue concedido el Premio Nobel de Literatura en 1961, el comité alabó en particular "la fuerza épica" con la que describió los destinos humanos afectados por la Historia de su país, sobre todo en su obra Un puente sobre el Drina. Para Magris, la narrativa de Andrić hunde sus raíces en una coralidad épica, pero rescata la vida individual a través del tiempo, en el que siempre profundiza. Su obra, acaso la mejor de Yugoslavia, expresa una sabiduría anónima en la que se mezclan humor, fábula y tragedia. Su póstuma Omer-paša Latas es una novela inconclusa, sobre un renegado, que alerta sobre el espectro fratricida que sobrevuela por su país.

EL LIBRO

La ciudad de Visegrad (Bosnia), situada a orillas del río Drina, tuvo un momento de esplendor en la Edad Media por constituir un puente de tránsito entre el mundo cristiano y el islámico. Esta novela recoge la historia de esa comunidad plural y conflictiva tomando como pretexto narrativo el gran puente de piedra que cruza el río, lugar de encuentro y paseo para sus habitantes. La larga crónica abarca desde el siglo XVI hasta principios del siglo XX y nos da cuenta de las tensiones y enfrentamientos que se suceden y heredan de generación en generación.



IMPRESION PERSONAL

No había leído nada de este Nobel de literatura de 1961. De origen Bosnio, es educado en Vissegrad, una ciudad a orillas del Drina, donde se encuentra el puente otomano  Mehmed Pasa Sokolovic. Junto este puente se desarrolla toda la novela.

Drina es el nombre de un río que desde antiguo ha hecho de frontera natural entre Bosnia y Serbia. En el siglo XVI, cuando la región circundante conformaba una provincia adscrita al imperio turco, el visir que la gobernaba decidió construir un puente sobre dicho río, a la altura de la ciudad de Vichegrado o Visegrad.  La presente novela cubre los cuatro siglos que van desde la construcción del puente hasta el período inicial de la Primera Guerra Mundial.

Se trata de una obra de ficción con basamento en hechos históricos. Su registro es episódico, alternando la anécdota y el drama. Andric es un estupendo fabulador, de modo que en ‘Un puente…’ ni lo dramático degenera en patetismo ni lo anecdótico en banalidad. Nunca sus materiales, aquellos de los que se vale el autor, llegan a degradar el alto nivel del todo. Mi impresión es que Andric advierte en cada situación un indicio de sentido –de la vida, del mundo, del ser del hombre-, sin que esto signifique que la novela abunde en filosofías (como no abunda en simbolismos). Acaso hiciera una muy certera selección de lo que, a su juicio, merece ser contado en unas crónicas (mayormente ficticias, cómo éstas de la ciudad de Vichegrado). El caso es que ninguno de los episodios que componen la novela adolece de gratuidad, y todos ellos sortean con éxito los riesgos de la sordidez y el melodrama.

Cada personaje y cada sucedido, cual sea el volumen que ocupen en el conjunto, son útiles al propósito de plasmar la dignidad de lo humano, así como la futilidad de toda soberbia (ideas ambas, directrices en el plan de la obra). Por momentos parece que el relato discurriese por la senda ejemplarizante de cierta literatura, mas enaltecido por la ausencia de moralinas y de sentencias edificantes. He ahí, por ejemplo, el personaje de lamentable estampa cuyo destino es el de ser bufón del pueblo: incluso él en su miseria puede disfrutar un asomo de gloria, cuando le celebran la pequeña aunque temeraria proeza de bailar sobre el parapeto del puente. O aquel dignatario musulmán, presunto erudito y cronista de la ciudad, en realidad un fatuo ignorante: los hechos más notorios –tal como la conquista austro-húngara de la provincia- empalidecen ante su convencimiento de que nada sería más importante que su propia persona; así pues, sus pretendidas crónicas no pasan de unas cuantas páginas de cuadernillo.

Puente de Mehmed Pasa Sokolovic, en Visegrad, sobre el rio Drina

Si el puente aparece como escenario privilegiado de la novela, su kapia (una terraza provista de graderíos a mitad de la construcción) es a la vez hito y epítome de la historia de Vichegrado -tanto la Gran Historia como la pequeña, la del hombre común-. En la kapia se reúnen a diario ociosos y opinantes de lo divino y de lo humano. Allí se comentan noticias y se cierran negocios, y refuerzan los vichegradenses sus vínculos sociales. Desde la kapia se arroja al río la bella a la que han desposado contra su voluntad. Ahí se le ha aparecido a un jugador compulsivo el Gran Engatusador, que lo ha curado de su mal pero también le ha robado su vitalidad. Sobre sus piedras consuman los juerguistas grandes borracheras, y las nuevas generaciones de estudiantes filosofan sobre el mundo y rivalizan en amores.Es en una losa de la kapia donde se emplazan bandos y proclamas oficiales (del gobierno turco primero, luego del poder habsburgo). En esta terraza se instalan las guardias que controlan el paso de viajeros y transeúntes. En postes erigidos de propósito exhibe el ejército turco cabezas de rebeldes serbios –también de inocentes que han tenido el infortunio de hacerse sospechosos al arbitrio otomano-. En la terraza discuten los musulmanes, ya en el siglo XIX, las medidas a seguir para enfrentar el avance de las tropas cristianas. Y es en ella que un comité representativo de las tres religiones de la ciudad (musulmana, ortodoxa y judía) recibe al victorioso ejército austro-húngaro –y sufre el desdén de su altivo comandante-.

La narración se desarrolla en Visegrad, ciudad pequeña Bosnia, en la frontera con Serbia, dividida en dos por el curso del rio Drina, que discurre encajonado entre montañas y separa a sus moradores. El hilo conductor es un puente que se mantiene incólume durante más de 400 años.

Vista general de la ciudad de Visegrad, con el rio Drina y el famoso puente, dominando el paisaje


El libro comienza con la construcción del puente por el Gran Visir Mehmed-Pachá, en el siglo XVI, durante la dominación otomana de la región balcánica. Niño cristiano de la zona fue raptado por los turcos llevado a Estambul y convertido en Jenízaro y musulmán (Práctica habitual turca para crear un cuerpo pretoriano alrededor del Califa: los Jenízaros). De gran inteligencia llega al más alto cargo del imperio otomano. En sus vagos recuerdos anida la cruel separación de su madre junto a la ribera del río y decide construir un puente. En el centro del mismo, en un ensanchamiento, la kapia se va a ir convirtiendo en el centro neurálgico de la convivencia y desarrollo social de Visegrad.
 
Conviven tres comunidades bien desarrolladas, musulmanes-turcos, cristianos serbio-bosnios y judíos. Se toleran, pero no se mezclan.
 
Durante 400 años se van desarrollando sucesos intermitentes, narrados magistralmente por el autor, siempre alrededor del puente, historias de amor, desavenencias y tensiones a veces sangrientas entre las comunidades, pero se acaba por seguir un curso siempre aparentemente afable y tranquilo hasta  finales del siglo XIX.
 
El imperio austro-húngaro ocupa Bosnia-Herzegovina, realiza cambios administrativos, lleva el ferrocarril y acerca la comarca al estilo de vida occidental cristiano. Los jóvenes marchan a estudiar a las universidades y comienza una efervescencia política, social y filosófica, totalmente desconocida en este pequeño enclave, sobre todo durante los veranos en que los estudiantes vuelven y se reúnen en la kapia del puente. Los adultos no entienden estas novedades que les parecen sospechosas. Ellos quieren seguir la vida tranquila a la que están adaptados. A primeros del siglo XX se desencadenan las guerras balcánicas entre los diversos estados que lo componen, pero Visegrad no se ve afectada.
En 1914 se produce en Sarajevo el asesinato del archiduque Francisco Fernando perpetrado por nacionalistas serbios. Inmediatamente Austria declara la guerra a Serbia y se  desencadena una persecución atroz. Se desatan las pasiones ancestrales y las comunidades, hasta esos momento tolerantes, se desbordan de pasión y odio. Es el inicio de la Gran Guerra, la primera mundial. Presionadas por los serbios las tropas austrohúngaras abandonan Visegrad y vuelan una parte del puente. Parece todo un símbolo, se rompe el puente y se rompe la paz mantenida tantos siglos.
Aquí acaba la obra. Si queremos podemos continuar porque, realmente, el conflicto étnico y religioso ha seguido, pese al intento de la extinta Yugoslavia de Tito, hasta desembocar en el terrible conflicto balcánico de nuestra época, muerte, desolación, limpieza étnica………..
 
Una gran obra, de gran impacto, muy bien desarrollada, que nos ayuda a comprender parte de los problemas de esa región balcánica y sus conflictos.  Ivo Andric, premio Nobel en 1961, de origen bosnio, describe magistralmente la historia pequeña de un pueblo, la intrahistoria humana, sin tomar partido. Impresionante novela.
 
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